Recuerdos, muchos recuerdos. Fantasmas de lo que fue, y de lo que no también. Espectros que me rondan hoy y que siempre lo han hecho. Espectros que elegí no ver, no sentir, no escuchar. Y hoy, cruel destino, me visitan, me atrapan, me hechizan.
Esta noche cerraré los ojos, y los mismos espectros llegarán, las mismas sombras. De nuevo ese sobresalto, ese temblor, las lágrimas. El no saber qué sucedió, quién se adueñó de mi mente nuevamente y quien decide atormentarme cada noche. Ni el consuelo de contarlo, ni la paciencia que escuche... menos aún los brazos que protejan. Y esperar nuevamente, que pasen las horas, que muera el día. Verme de nuevo allí, ojos cerrados, puños apretados, cuerpo, mente, corazón contraídos. Miedo. Mucho miedo. Y sola, esperando.
No más historias nocturnas, no mas plegarias, no más cruces. No soñar más. No desear más. No esperar más. Más miedo.
Una tras otra, botellas arrojadas al mar, palabras lanzadas al viento, y promesas hechas bajo nombre de cierta deidad. Y de nuevo, terrores nocturnos. Me pierdo entre sábanas que me atrapan, cierro los ojos, evoco la imagen querida y todo se torna negro. Sigo un consejo, recibo buenos deseos. Intentan protegerme, pero de nuevo regreso con un sobresalto, temblor y las mismas lágrimas. Intento evocar la imagen querida, y el llanto no cesa. Una vez más, la incertidumbre, lo irracional topándose de golpe con una idea. Lo lógico perdido en un laberinto y la locura tratando de seducir a la cordura.
Esta noche cerraré los ojos, me perderé en un abismo negro y despertaré con un golpe, el rostro húmedo y el cuerpo tembloroso. Miedo. Mucho miedo. La noche es negra nuevamente, y me traga de golpe. La noche te evoca, lejos, muy lejos. No una estrella, no inalcanzable, pero lejos, demasiado lejos. Demasiado. Así como mi miedo.
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