10.10.08

Mis primeros 20

Estoy aquí viendo la lluvia caer, viendo la gente pasar y pienso. Y pienso que veo a la gente pasar y a la lluvia caer.

No he olvidado, el olvido es para los locos, es para los muertos: el que no tiene memoria, no tiene pasado, y el que no tiene pasado es aquél que no existe. Yo sí tengo, mis fantasmas viven conmigo, viven de mí, y a cada minuto que pasa, se hacen más y más fuertes, y más y más se nutren, con el recuerdo de lo que fue y de lo que es, de lo que pudo ser y de lo que será.

De lo que será. De lo que pudo ser. ¿Puedo acaso poseer estos recuerdos? ¿como? ¿de qué se nutren esos fantasmas? Efectivamente, esos recuerdos son míos, yo lo se. Esos fantasmas se nutren, y muy a mi pesar, en ocasiones son demasiado poderosos. Se nutren de lo que no fue. De todo lo que quise hacer y no hice, de lo que hice y no quise, de lo que dejé de hacer porque quise y de lo que quise porque deje de hacer.

Los fantasmas acechan, destruyen, crean rencores y malos recuerdos, traumas, paranoias, desconfianza. Pero sin los fantasmas, ¿a quién conocería? ¿qué clase de vida tendría? ¿en el perpetuo olvido?

Sí, quizás sería mucho más feliz, no recordar el mal que he causado, el dolor que provoqué, las lágrimas que derramaron...¡dios! que afortunados son los muertos.

Pero es imposible, cuesta mucho más olvidarse de alguien que se ha querido y ha lastimado, que de la advertencia previa del amigo que nos quiere.

Sin embargo, el valor de el ser humano está en su capacidad animal de convivir en sociedad, de lograr el bien común, pero, aún más, de saber diferenciar a los que son amigos de los que no los son. Y sin los fantasmas, ¿como saber quien es amigo y quien no? Si no nos reconocieramos, si no nos recordaramos, ¿qué serían las guerras? Un estado natural de anarquía y competencia, de odio absoluto, de un hermano destruyendo a otro. ¿Acaso es mejor olvidar?

Debo recordar, debo saber que recordar.

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